Son padre e hija, pero también compañeros de trabajo, de sueños y de aventuras. Comparten, además, su pasión por el vino. Su historia es la de nuestros primeros inmigrantes, habla de trabajo y sacrificio, y refleja el devenir de la vitivinicultura argentina.
Todo comenzó de un modo similar al de muchas familias argentinas: con la llegada de un matrimonio de inmigrantes italianos y su hijo a nuestro país, buscando la prosperidad que en su lugar de origen resultaba imposible alcanzar. Los bisabuelos de Paula Pulenta partieron de Ancona en el año 1902 y se afincaron en la provincia de Mendoza, donde tuvieron cinco hijos más, para luego trasladarse a San Juan. Allí nacieron otros cuatro hijos -entre ellos Antonio, abuelo de Paula y padre de Carlos Pulenta- y comenzó a tejerse el vínculo con la vitivinicultura que la descendencia sostendría hasta la actualidad.
En 1914, con gran esfuerzo y sacrificio, aquel matrimonio italiano creó Bodega Peñaflor, un emprendimiento familiar pequeño que sus nueve hijos supieron continuar. Tras el terremoto de 1944, buscaron ampliar el proyecto comprando terrenos en Maipú, provincia de Mendoza. Nacía así el Grupo Peñaflor, empresa que sentó las bases de la vitivinicultura argentina.
Más tarde, en el año 1997, priorizando la unión familiar y la continuidad de un proyecto exitoso, los Pulenta deciden vender Peñaflor. Apenas un año después, Carlos Pulenta queda al mando de una flamante bodega de capitales holandeses, la cual administró hasta 2004. Paralelamente, continuando aquel legado ancestral, apostaba por su propio emprendimiento en Luján de Cuyo: Bodega Vistalba. Para 2005 Carlos sacaba al mercado los primeros vinos, creados codo a codo junto a su padre, Antonio, y con la colaboración imprescindible de su hija Paula.
“El haber sido parte de la bodega desde sus inicios, me permitió vivirla y armarla desde cero y, a la vez, aprender y conocer todos los eslabones del proceso de elaboración del vino, entendiendo el funcionamiento de cada una de las áreas”, recuerda. De aquellos inicios, guarda recuerdos imborrables de su abuelo Antonio Pulenta. “Siempre sentí una gran admiración por él. Era muy paciente, observador y con una templanza increíble. Todos los que trabajaban en la bodega lo querían y valoraban su forma de ser y su trato. Era una persona con un carácter firme, pero con la gran virtud de saber escuchar a cada una de las personas con las que se reunía. Analizaba cada cosa, y después de pensado, recién ahí daba su opinión, la cual por lo general era muy sincera y de pocas palabras, pero las justas”, cuenta la bodeguera.
Hoy, su hermana Carolina también está ligada a Bodega Vistalba; es arquitecta y quien coordina el proyecto inmobiliario Vistalba Reserve que se está desarrollando en la finca de Vistalba. Además, recientemente se sumó Faustino, nieto de Carlos y quinta generación de la familia.
La herencia de una pasión
Amor, ternura y una gran admiración… El vínculo entre un padre y una hija suele ser único y especial. Y si a ese cóctel se añade una pasión compartida, el resultado puede ser mágico. La de Carlos y Paula Pulenta es la historia de un padre y una hija, habla de logros, de esfuerzo y dedicación, pero también de tropiezos, de diferencias y de desafíos sorteados a fuerza de voluntad y diálogo. Todo ello a partir de un vínculo en el que el respeto por la tierra y sus frutos juega un rol preponderante.
La infancia de Paula, como la de Carlos, transcurrió entre viñedos y montañas. Ambos tuvieron sus espacios de juego en las propias fincas, donde con ojos de niños veían trabajar a sus respectivos padres, buscando sacar lo mejor de las vides para crear vinos inolvidables y con personalidad. Ese mundo los cautivó desde el principio, y ambos pronto supieron que querían ser parte activa de ese clan amoroso, profesional y trabajador.
Portadora de uno de los apellidos más tradicionales y reconocidos en el mundo de la vitivinicultura local, Paula Pulenta integra la cuarta generación de bodegueros de la familia Pulenta. Hoy es la gerente general de Bodega Vistalba, a la que se unió en 2001, año en que fue fundada por su padre. Juntos, Paula y Carlos llevan adelante el emprendimiento que se sustenta en un bagaje inmenso de saberes transmitidos por los antepasados a lo largo de cien años pero también en la valoración del aporte refrescante de las nuevas generaciones. Esa combinación enriquecedora ha resultado fundamental: “Con mi papá tenemos miradas diferentes y complementarias, eso nos ayudó a que cada uno pudiera hacer foco en algo puntual, confiando que el otro se encargaba del resto”, explica Paula, quien ejerce la gerencia general de Bodega Vistalba desde hace cinco años.
Según ella, esa sinergia sólo es posible cuando se logran reconocer las fortalezas y debilidades propias y ajenas. “Una empresa familiar siempre debe pensarse desde la confianza y la complementariedad, buscando que cada uno ocupe en la estructura aquellos espacios que le son más afines y placenteros, y respetando el trabajo del otro. Y, por supuesto, lo más importante es jugarse por los sueños, nunca dejar de soñar, crear e imaginar nuevos horizontes y metas compartidas”.
Trabajar en familia, todo un desafío
El combo “familia – trabajo” no es sencillo de tramitar. Si bien las empresas familiares son el tipo más antiguo de organización económica ya que se sustenta en la transmisión casi natural de saberes de padres a hijos, lo cierto es que las presiones y los conflictos entrecruzados con los problemas familiares pueden socavar al mejor de los emprendimientos. “Puede parecer muy complicado separar lo que sucede en la familia de lo que ocurre en la empresa. Sin embargo, es algo que hacemos casi naturalmente, nos educaron para saber separar los problemas del trabajo de los familiares, y eso es clave”, revela Paula. Con 20 años trabajando junto a su padre y una década también con su abuelo, sabe muy bien de qué está hablando.
“Con mi papá tuvimos la suerte de que nuestra experiencia trabajando juntos nació de la mano de Bodega Vistalba, siendo esta una empresa que también nació con nosotros, lo cual considero una ventaja enorme, ya que la vimos crecer y la fuimos armando juntos. Ser la cuarta generación de una familia que ha estado en la industria durante más de 100 años es una responsabilidad muy grande, pero es una sensación muy linda saberme parte de esa historia y ver que hemos podido seguir sumando, adaptándonos a los cambios del paísy a la evolución propia de la industria”, asegura la líder de Bodega Vistalba.
Para Carlos Pulenta es fundamental que existan espacios para el protagonismo de cada integrante de la familia, donde cada uno pueda trabajar con libertad e independencia, respetando la evolución personal y aceptando que siempre se pueden cometer errores.
En los primeros años de Bodega Vistalba esta división de tareas y espacios fue fundamental. Carlos tenía un enorme expertise en el área comercial y se encargaba especialmente de las ventas, mientras que Paula se dedicó a armar los equipos y a coordinar las áreas administrativa, financiera, contable, de marketing y de producción. Con el correr de los años, Paula fue empapándose de conocimientos y los roles fueron mutando. Por caso, fue ella quien manejó la línea de espumantes desde sus inicios. “Tener perfiles diferentes hizo que nos complementáramos muy bien. Hoy aprendemos los dos de los dos”, subraya.
“Mi papá es y ha sido siempre una fuente de inspiración y admiración. Conozco su trayectoria muy bien, y es muy larga y muy valiosa. Aprendo de él todos los días, y no sólo por lo que veo hoy y por lo compartido con él los últimos 22 años, sino por todo lo que sé que ha hecho y vivido desde sus inicios”, cuenta Paula. Destaca especialmente la generosidad y la inteligencia emocional de su padre, su capacidad de trabajo incansable y su gran visión de las situaciones. “Tiene una enorme facilidad para relacionarse con personas y formar equipos. Es curioso, arriesgado y apasionado. Todo esto lo transmite en cada cosa que hace y para mí han sido aprendizajes diarios en cada una de las experiencias que hemos compartido. De él aprendí a no bajar los brazos, a ser perseverante”, agrega.
Ambos reconocen que siempre existen diferencias pero no perciben a ese mix de puntos de vista como un problema sino como algo enriquecedor, sobre todo cuando hay un gran equipo que acompaña.
Tradición e innovación
Bodega Vistalba elabora vinos tranquilos y espumantes, y posee dos fincas propias. Una está ubicada en Vistalba (Luján de Cuyo) de la cual se extraen las uvas con las que se elaboran los vinos de la colección Vistalba: Vistalba Corte A, Vistalba Corte B, Vistalba Corte C, Vistalba Malbec y Vistalba Gran Malbec.
La otra finca, plantada por el abuelo Antonio a principios de la década del 80, está en Los Árboles, en el Valle de Uco mendocino. De allí provienen las uvas que se utilizan en los vinos que integran la colección Tomero -Tomero Clásicos, Tomero Single Vineyard y Tomero Cuartel 41- y Progenie, que nace como un homenaje a Antonio Pulenta.
Además, para su colección Autóctono, de producciones limitadas, Vistalba se nutre de otras regiones, como Agrelo, Gualtallary y Las Compuertas. Esta línea está compuesta por tres Malbecs y un Chardonnay, y se ofrece solamente en la bodega o para clientes exclusivos.
Vía: Ámbito
0 comentarios