Lleva adelante un planteo agrícola ganadero en la provincia de Buenos Aires ajustando cada detalle para ganar en productividad y eficiencia en cada campaña.
Fernando Tagliabue se crió en pleno campo, en el paraje Villa Sena, dentro del partido de América, en el centro oeste de la provincia de Buenos Aires. Allí, en el establecimiento La Magdalena, vivió con sus padres y sus dos hermanos y echó sus raíces. Es cuarta generación de productores agropecuarios y a sus 37 años lleva adelante la empresa familiar dedicada a la agricultura y a la ganadería, actividades que comenzó su bisabuela paterna cuya herencia decidió abrazar con pasión. A solo siete meses de estrenar su paternidad, ya lleva a su pequeña hija (Magdalena) a recorrer los cultivos y potreros junto a su padre y los cinco border collies que también son parte de su familia.
“Siempre me gustó el campo, no lo cambio por nada. Hay gente que cuando viene un fin de semana largo enseguida quiere viajar, ir al mar o a la montaña, yo no, yo quiero estar en el campo, agarrar los caballos, recorrer, pasear, ahora en verano hacer todo temprano y ya a las 11 quedarme tomando mates en la galería pensando y programando tareas. Te tiene que gustar, tenerle amor a la producción”, expresa Fernando.
Ese lazo era tan fuerte que a poco de haber comenzado su formación en una escuela de la ciudad pidió el cambio y desde el 98 estudió en un Centro Educativo para la Producción Total (CEPT), un colegio agrario de la zona, y desde entonces le empezó a tomar cada vez más gusto a las tareas rurales. A partir de 2002 tuvo algunos trabajos fuera de la empresa familiar, en pooles de siembra para ganar experiencia, en 2005 comenzó a ayudar a su padre y finalmente terminó haciéndose cargo de todo el manejo del campo. Su pareja, Silvana, le da una mano en las tareas contables y su hermano, Juan Cruz, se ocupa del papeleo y las cuestiones administrativas. El establecimiento ocupa 730 hectáreas de las cuales 100 son inundables. Ahí, desarrolla un planteo mixto que incluye agricultura por ambientes y ganadería intensiva de ciclo completo.
Entre vacas de cría, terneros y animales de engorde, maneja un rodeo de alrededor de 700 animales, de los cuales 230 son madres, manteniendo una carga de entre 5 y 8 cabezas por hectárea. En su mayoría son de las razas Hereford y Angus negro aunque ahora está incursionando en el colorado y todavía conserva un remanente de Braford que trajo su padre de un campo que supo alquilar en Corrientes.
El año pasado incorporaron la inseminación artificial. Actualmente logra un índice de preñez de entre el 92 y el 94%, con una parición del 90% y un destete del 88%. “Son números bastante buenos para la zona pero quiero mejorarlos”, aclara el productor. El destete lo hacen a los seis o siete meses, allí elige las mejores hembras para dejarlas como madres y el resto se engorda con una recría sobre pasto y luego una terminación a corral, “un feedlot casero” como lo llama Fernando.
“Ahora no tenemos nada encerrado porque hace mucho calor pero por lo general vamos encerrando entre 80 y 100 animales”, detalla. En la fase de terminación les ofrece silo de autoconsumo, maíz con balanceado, logrando ganancias diarias de 1,4 kilos. Normalmente engorda unos 350 animales al año. “Lo que no se pudo sacar gordo para la última semana de diciembre, sigue a pasto en una recría para marzo. La cabeza de parición la sacamos, en general, en 13 a 14 meses y a los otros, en 18 meses”, dice el productor.
El proceso se hace en pasturas con base alfalfa en los lotes buenos y verdeos de invierno de avena. Y en los sectores más complicados, en las lomas, hacen agropiro, melilotus, festuca. “Hace un año compramos una picadora de pasto fresco. Mientras tiran los verdeos y se desteta, encierro a la hacienda y le doy alfalfa picada y algo de picado de maíz, después los animales van a verdeo de invierno, se largan desde las 11 de la mañana hasta las 5 de la tarde, y a la noche se encierran con picado de maíz y rollo”, repasa Fernando. Y asegura que a la hora de hacer números finos “lo que le podés sacar a la alfalfa en raciones de comida y rollos en cuatro años anda palo a palo con una soja de 4.500 kilos, claro que con otra rotación de capital”. Este año, cuenta, va incorporar a un especialista en nutrición para que lo asesore en el feedlot “para ver qué se puede mejorar”.
Las pasturas de alfalfa las hacen en los lotes cercanos a la casa, allí alrededor también tienen ovejas, caballos, cerdos para consumo propio y gallinas de las que obtienen huevos de campo.
“Tenemos un canal que nos pasa por el campo y por falta de obras hídricas tanto municipales como provinciales y nacionales, nos llega agua de Córdoba, de Villegas y cuando hay inundación nos comen 100 hectáreas, es un montón para las 700 en total que tenemos”, indica. Ahora, en las partes que se secaron van a probar tricepiro y maíz de Guinea, esperando que puedan absorber las sales y generar algo de pasto para el invierno o la salida de la primavera.
Toda la agricultura la hacen en siembra directa por ambientes “con todos los chiches”, contando con la ayuda de Juan Martín Apollonio ,“un muy buen asesor” que trabaja con la familia Tagliabue desde 2016. “Nuestro campo es bastante quebrado en partes y hace años que lo ambientamos. A la hacienda la destinamos a los lotes más complicados y a los cercanos a la casa, y en los lotes buenos hacemos una buena agricultura para poder sacar la mayor cantidad posible de kilos”, señala el productor. Con el equipo de trabajo realizan todas las labores del campo y utiliza herramientas digitales como Fieldview y Precision planting.
En las tierras agrícolas siembran trigo, maíz, girasol y soja. Para determinar qué hacer en cada lote, junto a su asesor toman en cuenta imágenes satelitales, calan la tierra para conocer con qué humedad cuentan en cada sector, hacen muestras y análisis de suelo y en base a eso, haciendo números, definen en familia, con su padre y su hermano, qué especie sembrar. Pero por supuesto, siempre la última palabra la tiene el clima.
“Trabajamos a conciencia”, destaca. En trigo, por caso, esta campaña alcanzaron picos de rendimiento de 9.000 a 10.000 kilos en lotes buenos que “para lo que fue el año es impresionante”, remarca Fernando. En la zona, al igual que en gran parte del país, como consecuencia de los daños por la sequía y las heladas de octubre, muchos trigos quedaron destruidos y ni llegaron a cosecharse. Pero el cultivo tiene un rendimiento promedio de entre 4.500 y 5.500 kilos por hectárea en la región.
Para la gruesa, este año hicieron un planteo defensivo bajando densidad en el maíz de primera: de un promedio de 78.000 a 95.000 plantas por hectárea -con el mayor número en los mejores lotes – pasaron a 60.000 a 78.000. Además, eligieron materiales más resistentes a la sequía o que, de tener la posibilidad, pudieran tirar doble espiga. En promedio, esperan obtener 12000 kilos por hectárea en los maíces tempranos, 9,000 en los tardíos y entre 5.500 y 6.000 en los de segunda.
En soja, en tanto, diversificaron fechas de siembra y usaron ciclos largos para tener alguna floración más. Los cultivos de primera, sembrados entre el 15 y el 25 de octubre, pueden dar entre 4.800 y 5.200 kilos en la zona y los de segunda unos 2.500 kilos.
También sembraron más girasol pensando en minimizar riesgos, en la sequía y en poder salir temprano para algún verdeo o una pastura si llegara a venir complicado el invierno, aguardando un rinde estimado de 3.500 kilos por hectárea.
“Tratamos de hacer las cosas muy bien, yo soy bastante insoportable con eso y mi asesor es más que yo así que nos complementamos y nos potenciamos. No te digo que no nos puede ir mal porque podemos errar o el clima te complica, pero todo lo que podemos hacer nosotros para mejorar acá abajo, lo hacemos”, sostiene Fernando.
Vía Clarín
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