Febrero 2020. El ámbito empresarial estaba retomando su normal ritmo luego del receso de verano y las habituales complicaciones para que todos puedan tomarse unos días de descanso. Al hacer un balance, en las empresas familiares se preveía un año quizás algo más benévolo que el anterior, con algunos avances en el control de la inflación y con una creciente reactivación económica. Había quien incluso se había arriesgado a planificar inversiones aprovechando algunas posibilidades de financiación que el Estado ofrecía.
A mediados de mes, ya veíamos con asombro la realidad que se vivía en los países de Europa. Una extraña enfermedad que algunas semanas antes había comenzado con fuerza en Wuhan, una ciudad en el sector este de China y se había expandido como reguero de pólvora. Al ser una enfermedad nueva no se sabía mucho sobre sus vías de contagio, ni sus síntomas o duración. Los vuelos internacionales hicieron el resto. El pánico fue apoderándose de los diferentes países, al ver cómo se acumulaban enfermos graves y muertos sin siquiera poder hacerle frente al ahora identificado COVID-19.
Recuerdo que, sentado en casa, con mi familia, no podíamos creer lo que veíamos en las noticias. ¿Es real lo que está pasando?
Aquello tan lejano, llegó
20 de marzo 2020. Aquello que parecía tan lejano llegó al país. Sensibilizados por lo sucedido con nuestros hermanos del norte, la incertidumbre se apoderó de gran parte de la población. El Estado, en un esfuerzo para no tener que vivir el desastre sanitario europeo, decretó cuarentena total por 15 días. Nadie podía salir a la calle a no ser que estuviera dentro de las pocas excepciones habilitadas o para comprar víveres y medicamentos. El país literalmente se detuvo. Pero, ¿es posible parar la máquina de golpe?
Una de las primeras consecuencias de este cierre que se iba prolongando en el tiempo fue el corte de la cadena de pagos para muchas empresas. Al no tener ingresos ya que no podían abrir sus negocios, tampoco podían hacer frente a sus obligaciones. El Estado comenzó con una interminable cantidad de medidas para mitigar estas situaciones, pero parecía que tapaba un hueco y se abrían dos o tres más.
Las empresas familiares no escaparon a esta realidad. Por un lado, el temor al contagio. Más aún si alguno de los miembros de la familia tenía alguna vulnerabilidad en su salud que lo hacía más proclive a sufrir consecuencias más graves o incluso la muerte. Por el otro, la gente no salía a la calle y compraba sólo lo esencial (y muchísimo papel higiénico, como si alguien hubiera dicho que alejaba al virus de tu hogar).
El despertar de la venta online
Quienes nunca antes hubieran pensado en el comercio electrónico, a los pocos días ya tenían sus productos ofrecidos de manera incipiente en páginas de Facebook o enviaban sus listas de precios por Whatsapp. Recuerdo que nosotros, por ejemplo, podíamos realizar el 100% de nuestras compras sin movernos de casa.
Por varios meses se vivió en grandísima incertidumbre, angustia y desazón por no tener ninguna posibilidad de hacer algo para cambiar esta historia o culpando al destino en “¿por qué a nosotros nos viene a tocar justo esto?
Hubo muchos que no sobrevivieron estos duros primeros meses. Probablemente algunos ya venían con “enfermedades preexistentes” y la pandemia les dio el tiro de gracia. Otros, en actividades con muy poco margen de maniobra, intentaron… pero tampoco fue suficiente. Los menos, tuvieron la espalda financiera o la suerte de estar en una actividad que no sufrió en demasía, por ser esencial. Pensemos los supermercados. Claro que alguna cicatriz quedó, pero al lado de otros rubros, nada de qué quejarse.
¿Cómo viene el próximo año?
¿2021? Es imposible adivinar el futuro. Lo que sí podemos hacer es repasar los aprendizajes que nos queda de este atípico 2020 y, jugando con el diario del lunes, quizás mejorar alguna performance para el día a día de nuestra empresa familiar.
Salir de la zona de confort. Animarse a repensar la actividad que cada uno desarrolla, buscando esa nueva normalidad que tendremos de ahora en más. No tanto por la continuidad del covid-19 sino por haber conocido otras formas de ofrecer nuestros productos y servicios que antes no nos hubiéramos animado a probar. Y que, incluso, hacen que nuestra actividad sea más rentable y eficiente. Muchas veces las empresas familiares son víctimas de sus propias tradiciones y esto obstaculiza su crecimiento, sobre todo en entornos inciertos y volátiles.
No esperar. MI tarea principal durante la pandemia para ayudar a mis clientes fue la de despertarlos. Mostrarles que esto no era una pesadilla pasajera sino una situación excepcional por donde se la mirara y que obligaba a reacciones igualmente excepcionales. No se podía estar quietos, esperando a que terminara. Ponerlos (y ponerme) en movimiento fue el gran desafío del 2020 y lo seguirá siendo en el 2021.
Estar atentos al mercado y a la empresa. Es bueno tener siempre un ojo hacia lo que está pasando con nuestros productos y/o servicios, mientras que el otro está atento a todas las cuestiones internas importantes. Para lograrlo, es necesario contar con una serie de parámetros que vayan indicando posibles desviaciones a los objetivos que se vayan fijando.
Trabajar en la profesionalización. Implementar (o continuar si ya han comenzado) con el desarrollo de los órganos de gobierno, tanto en la empresa como en la familia. Órganos fuertes aseguran una base firme que sostendrá en momentos de dificultad, que por otro lado seguramente habrá.
Prepararse para la continuidad. ¿Quién tomará la posta? Si, aunque aún falte mucho ya es tiempo de ir pensando. Desarrollar de manera temprana la creatividad y el espíritu emprendedor de las nuevas generaciones es siempre un buen objetivo.
Un deseo para el 2021
Les auguro un año 2021 lleno de vínculos fuertes, en la familia y en la empresa, que permita afrontar lo que venga como un equipo y no individualmente. Un año 2021 plagado de solidaridad, hay mucha gente que está peor que uno y podemos ayudar. Con poco muchas veces se hace mucho.
Por último, espero un 2021 que nos permita ser un poco mejores. Empecemos este año nuevo año con la humildad de quien se reconoce limitado y necesitado de afecto, comprensión y de contar con gente a su lado con quien compartir su existencia.
¡Feliz año!
Fuente: Cr. Pablo Loyola para IADEF.