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Empezaron fabricando juguetes de madera para después desarrollar un sistema de juego en bloques que ya cuenta con aplicaciones digitales. 

Esta Navidad, como tantas otras desde hace seis décadas, muchas de las cartas que llegaron a los buzones de Papá Noel y los Reyes Magos tuvieron la petición: «Este año me he portado muy bien y me gustaría que me trajerais ‘un Lego’». Un deseo que no solo formularon los más pequeños de la casa, también estuvo en la lista de ilusiones a cumplir entre un elevado número de adultos. Esta compañía danesa de origen familiar ha conseguido lo que muchas otras persiguen: crear un vínculo con sus clientes que perdure. ¿Cómo? Sabiendo adaptarse a los nuevos tiempos y generaciones, pero también innovando.

La fundación del Grupo Lego en 1932 surgió tras la crisis económica mundial del 29. Su creador, Ole Kird Kristiansen, decidió transformar su negocio de carpintería y empezar a fabricar productos en madera que pudieran comercializarse fácilmente. Entre ellos había juguetes. Dos años después de su taller solo saldrían trenes, aviones y otros cacharros destinados al juego, al buen juego (LEg GOdt, en danés). En su empeño por ofrecer calidad y racionalizar la producción, no tardó en comprar una fresadora por la que pagó 3.000 coronas danesas (unos 400 euros). Por aquel entonces una casa costaba entre 4.000 y 5.000 coronas.

No sería hasta más de dos décadas después, y con la II Guerra Mundial de por medio, cuando se lanzaría el reconocible ‘ladrillo Lego’ con su forma actual. Aunque en la empresa juguetera ya habían experimentado con piezas apilables, la patente de «un elemento de construcción de juguete» se registra el 28 de enero de 1958. Hasta entonces eran huecos. A partir de ese momento ya cuentan con un sistema de anclaje que permitía tantas combinaciones como la imaginación fuera capaz de idear.

A día de hoy, la compañía es propiedad de Kjeld Kirk Kristiansen, uno de los nietos del fundador. Desde su llegada en 1979, y no sin superar alguna crisis, su deseo siempre ha sido que el popular ‘ladrillo’ fuera algo más que un juego de construcción y se convirtiera en un material de aprendizaje. De ahí la creación solo un año después de un departamento –rebautizado en 2006 como Lego Education– que estableciera relaciones con instituciones educativas para diseñar proyectos dirigidos a preescolar, primaria y secundaria.

Los materiales consisten en manuales para el profesor y el alumno, y productos basados en su sistema de juego. En los más pequeños están enfocados a potenciar capacidades como la imaginación, colaboración, autoexpresión, juego de roles, matemáticas y el lenguaje temprano. Mientras que a los estudiantes jóvenes les ayuda a comprender conceptos básicos de ciencia del mundo real. 

«La misión de Lego es ‘inspirar a los constructores del mañana’, es decir, ofrecer una experiencia de juego que promueve el desarrollo del niño y la capacidad de adaptarse al mundo. Lo hace fomentando su creatividad a través del ‘ladrillo’, pero también ayudándole a comprender las nuevas tecnologías de forma inteligente«, sostiene Isabel Pérez, responsable de comunicación de Lego en España, a D+I. «Nuestro ladrillo es nuestra seña de identidad y lo que nos diferencia, pero además estamos siendo capaces de adaptarnos a las tendencias». Esto incluye las nuevas formas de juego.

La incorporación de lo digital y lo sostenible

Hace unos años, el departamento de desarrollo introdujo en el extenso catálogo de la compañía propuestas con un componente digital, que respondieran tanto a las necesidades del público infantil como a los de más edad. Ejemplo de ello son los sets Boost, que combina el juego físico y el digital, o Mindstorms, focalizado en robótica y codificación. Este año se ha unido Súper Mario, un diseño al que han dedicado cuatro años. «Esta propuesta integra la experiencia de juego de Lego con la de un videojuego a través de funcionalidades en la figura de Mario, que es interactiva», describe Pérez.

Innovaciones que no se quedan solo en el hogar, sino que la compañía de nuevo ha sido capaz de trasladar al entorno educativo a través del programa Robotics. «Nuestra apuesta por el desarrollo infantil y su aprendizaje nos ha llevado a experimentar con disciplinas STEM (Ciencias, Tecnología, Ingeniería, Matemáticas, por sus siglas en inglés) para potenciar habilidades de niños y niñas que serán cruciales para su futuro profesional, pero de una manera muy divertida», explica Pérez. De esta forma, consiguen introducir al alumnado en la codificación «a través de una solución simple y lúdica». A los progenitores, por su parte, «les permite trasladar una novedad en la educación de sus hijos, con una herramienta sencilla, a la vez que se entretienen». 

La base de todos los juegos es el ‘ladrillo’ que un grupo de diseñadores idearon en la década de los 50 del pasado siglo. Una innovación que sigue reportando beneficios a una empresa referente mundial para el sector juguetero. Según la compañía, las ventas durante el primer semestre de 2020 crecieron un 14% con respecto al mismo periodo del año pasado y los ingresos aumentaron un 7% hasta los 15.700 millones de coronas danesas (unos 2.110 millones de euros). Lego es ya un fenómeno que, junto a sus ya míticas piezas, cuenta con un amplio merchandising, películas con sus personajes y varios parques de atracciones. Además de establecer acuerdos con firmas de ropa o fabricantes de automóviles para explotar su imagen, o diseñar sets de otros fenómenos de fans como Star Wars, Minecraft o Harry Potter.

Entre sus próximos retos está la búsqueda de materiales más sostenibles para sustituir el plástico de sus bloques. «Lego comenzó a fabricar en 2018 una gama de elementos a partir de la caña de azúcar para crear polietileno, un plástico suave, duradero y flexible. Ya contamos con 80 tipos de piezas elaboradas de esta manera. Un ejemplo es el set ‘La Casa del Árbol’, cuyas 185 unidades están fabricadas en materiales obtenidos de la caña de azúcar», apunta Pérez. El compromiso de la compañía es ser caces de producir el 100% de sus elementos y ‘ladrillos’ con materias primas sostenibles para 2030.

Fuente: Invertia – El Español, diario digital.